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Nuestra impresión:
Para llegar a Potrero Rodeo Grande hay que transitar un camino serpenteante, que se despliega entre cortadas y cañones.
Al compás de las subidas y bajadas, de repente, como en las películas donde descubren un mundo perdido detrás de las montañas, está Potrero.
El verde, las viviendas como sembradas al voleo, el silencio solo interrumpido por los sonidos propios de la naturaleza y, por sobre todas las cosas,la gente que habita el lugar es lo más cautivante.
Las montañas que protegen a la comunidad parecen detener los relojes y marcar otras pautas para establecer prioridades: hay lugar para las charlas, compartir un pan casero y un mate bien cebado. Aquí la gente importa.
No hay muchos lugares donde el viajero es recibido cordialmente, sin esperar nada a cambio, solo por respeto.
En Potrero, como lo llaman sus habitantes, puede conciliarse un criollo de ley, como es Miguel Cisneros y una hija mayor de un Cacique de un pueblo originario, María, para formar una feliz pareja, dándonos un ejemplo diario de lo que es nuestra Nación Argentina.
Potrero Rodeo Grande está en la corta lista de lugares que elegiría para vivir.
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Claudia y Néstor
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